
Desde la perspectiva cristiana, la justicia es la primera exigencia de la caridad y el reconocimiento de los derechos que las personas tienen. En base a la comprensión de que no sólo como seres humanos semejantes unos con otros, sino sobre todo, como prójimos y hermanos.
En este sentido, precisamente, el cristiano parte de la convicción que todos, incluso los enemigos, somos hijos de un mismo Padre, Dios, y estamos llamados a la convivencia fraterna. Pero es ante todo la FE la que nos une en una sola familia (en Cristo), con vínculos más firmes que los lazos de la misma sangre.
Entonces, si la caridad (amor) es el don de Dios más excelente (1 Cor 13), la justicia sería como el primer escalón, el punto de partida y el paso necesario e ineludible sin el cual no es posible la práctica genuina de la caridad. Es el mismo Cristo, en quien resplandece la justicia en todos los sentidos, el exponente de la misma en grado supremo: La acción salvadora de Jesucristo, incluido el ofrecimiento que hace de sí mismo, va más allá de un simple dar a cada quien lo que le podría corresponder.
La justicia tiene su origen en Dios, que, para que pueda ejercerla, requiere la participación de los humanos, quienes a su vez la practican en respuesta recíproca hacia Dios y hacia los semejantes. Ese carácter relacional, de la justicia, explica por qué conlleva el respeto de los derechos de los otros y también por qué la justicia de Dios es ejercida por su pueblo.
Así encontramos, que, en el evangelio de san Juan, Jesús habla del Paráclito como abogado que establecerá la culpabilidad del mundo en materia de “pecado”, de “justicia” y de “juicio”. ¡Esto me produce una inmensa alegría! Pues los cristianos tenemos quién nos guíe al cielo.
¿Qué me hace pensar así? ¡Y actuar en consecuencia! Mi lectura diaria de la Biblia católica. Aquí les comparto algunos versículos que me dan algunas pistas sobre la justicia cristiana: El término “justicia” tiene lugar en un discurso de Pedro (10,35) y otro de Pablo (17,31). Hechos de los Apóstoles 10, “35. En toda nación mira con benevolencia al que teme a Dios y practica la justicia”. Aquí, Pedro toma la palabra y la primera frase que pronuncia es: Dios no hace distinción de personas, quiere decir que Dios no sólo favorece a los judíos, sino que tiene en cuenta a todos los que lo reconocen.
Hechos de los Apóstoles 17, “31. Tiene ya fijado un día en que juzgará a todo el mundo con justicia, valiéndose de un hombre que ha designado, y al que todos pueden creer, pues él lo ha resucitado de entre los muertos”. El énfasis recae en la frase “a todo el mundo” y en “justicia”. La argumentación de Pedro se basa en la fidelidad y rectitud que Dios espera de todos y cada uno cuando se presenta como juez. Exige a todos el cumplimiento de su voluntad; por eso ante él, tan justo es el pagano que vive en la rectitud, como el judío fiel.
La justicia es vista como una virtud que busca el bien común, el respeto a los derechos de las personas y la construcción de una comunidad que promueva la paz y la convivencia armónica. En el Evangelio, Jesús enseña sobre la importancia de la justicia a través de sus palabras y acciones, mostrando siempre un profundo respeto por la dignidad humana.
Un ejemplo central es el pasaje de san Mateo 25, “45. Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo. 46. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna”. La justicia cristiana también está ligada a la solidaridad.
En el contexto cristiano, la justicia también está vinculada al perdón y la reconciliación. Aunque la justicia exige que se repare el daño causado, el crisitanismo enseña que la verdadera justicia no solo es punitiva, sino también restaurativa. Jesús enseñó el perdón como un principio central: Lucas 6, “27. Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian”.
La justicia, que tiene origen en Dios, es el primer escalón para el camino hacia la Paz.