LA EMOCIÓN DE LA FUMATA BLANCA EN PERSONA
- TERESA LYNN ARMSTRONG VILLASEÑOR
- hace 6 días
- 4 Min. de lectura

Estar en Roma porque ahí se vive, o como turista, por estudios o trabajo, para visitar familia o amistades, es una gran emoción por toda la riqueza cultural, histórica, artística, arqueológica y religiosa de la ciudad. Pero, estar en Roma y, específicamente, en el Vaticano, la Santa Sede, justo en el momento de la fumata blanca y el anuncio del ¡Habemus Papam!, es una emoción indescriptible.
Esto le sucedió a Madre Ma. de Lourdes Pank Valenzuela, Superiora General de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad (MESST). Ella se encontraba en Roma asistiendo a la XXIII Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, que se llevó a cabo en esa ciudad del 5 al 9 de mayo pasado. Roma estaba llena de órdenes religiosas cuando dio inicio el cónclave y la posterior elección del nuevo Papa. Esto último fue, como lo dijo la M. Ma. de Lourdes: “una gracia y un regalo de parte de Nuestro Señor que no imaginaba.”
Sólo un día después de iniciado el cónclave los cardenales habían tomado su decisión. En ese jueves 8 de mayo, cuenta Madre Lulú: “uno de los momentos más emocionantes fue oír el grito unísono y alborotado de la multitud de personas que nos encontrábamos en la Plaza San Pedro cuando salió el humo blanco de la chimenea. Eran brincos de alegría, unos gritando “habemus papam” y, en distintas lenguas, se oía: ¡ya tenemos Papa!”
Personas de innumerables países, de diferentes denominaciones y creencias, compartían la dicha y alegría de saber que ya había sido elegido el nuevo Papa, el nuevo dirigente de la Iglesia Católica. El Papa es el “gobernante” que lidera más gente en el mundo que cualquier presidente, emperador, primer ministro, rey, sultán, príncipe e, incluso, más que otro líder religioso o espiritual. Esa es la grandeza e importancia del Papa; de ahí, esa inmensa alegría y felicidad sentida por todo el mundo.
Después de poco más de una hora de espera y ansia, comenta Madre Lulú que se escuchó: “otro grito también estruendoso, cuando vemos que se abren las ventanas del balcón central de la Basílica de San Pedro y sale el cardenal encargado, en este caso Dominique Mamberti, a dar la buena nueva del "Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!" (Les anuncio una gran alegría: ¡tenemos Papa!).”
Aunque en ese momento todavía no se anunciaba quién había sido electo y reinaba la expectativa, lo que prevalecía era la seguridad de que era el que el Espíritu Santo había llamado para dirigir la Iglesia Católica. Llenos de fe, los presentes en la Plaza de San Pedro escucharon el nombre “Robert Francis Prevost” y, aun sin conocerlo, surgieron “los gritos de júbilo, aplausos y porras al escuchar que había escogido el nombre de León XIV. Se podía oír a coro ‘Papa Leone, Papa Leone, Papa Leone’.”

La superiora general comparte que, poco a poco, se empezó a saber más del Papa León XIV ahí mismo, entre la gente que estaba en la Plaza, pues comenzaban a decir que era americano, otros que era agustino, y otros más lo identificaron como el prefecto del Dicasterio de los Obispos y que había sido superior general de los agustinos. “Pero, sobre todo, nos llenó el corazón cuando decían: ¡era amigo de Francisco!”, dijo la religiosa.
Los presentes tenían la seguridad de que Robert Prevost, ahora León XIV, era el indicado, era el que el Señor había elegido para ser su representante aquí en la Tierra. Una conclusión con mucha reflexión a esta maravillosa experiencia que vivió la Madre Superiora General es, en sus propias palabras: “Como Iglesia nos habíamos unido en oración para pedir al Señor un Pastor según su corazón y Él nos envió al Papa Leon XIV, un Pastor con “olor a oveja”. Sólo quedan sentimientos de gratitud y renovada esperanza. Gracias Señor. Gracias al Papa Francisco que se fijó en este hombre de Dios cuando lo eligió para ser cardenal hace menos de dos años. Definitivamente, algo vio en Robert Prevost. Ahora nos toca a cada uno renovar nuestro compromiso como cristianos, nuestro compromiso con la Iglesia sinodal colaborando en la mies que Dios nos ha puesto y caminando juntos en fidelidad al Evangelio y al servicio de la humanidad herida.”
Prolongando unos días su viaje después de la Asamblea General de Superioras Generales, Madre Lulú estuvo presente en el primer Regina Caeli. Ella comenta que: “el domingo 11 de mayo, domingo del Buen Pastor, nuevamente la Plaza de San Pedro abarrotada. Todo mundo llegando horas antes para tener seguro un lugar donde ver y escuchar al nuevo Pontífice, quien se mostró cercano, felicitando a las madres en su día y rezando por las vocaciones, especialmente al sacerdocio y a la vida religiosa, enviando este mensaje a los jóvenes: ¡La Iglesia los necesita!”
¡Qué maravillosa esta experiencia! Escuchando, leyendo y viendo lo que Madre Lulú vivió, es como estar ahí con ella, sintiendo esas mismas emociones y alegría inmensa ante este hecho divino. No es lo mismo verlo por televisión, en la Internet, en redes sociales o escucharlo en el radio del vehículo, que estar ahí, en el lugar correcto y en el momento correcto. También ella fue escogida por nuestro Señor para estar presente y compartirlo con los demás.
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