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Todos somos Animadores Vocacionales



Saludos amables lectores, en el Centro Vocacional estamos iniciando un nuevo ciclo, agradecemos a Dios por su gracia y por los nuevos Seminaristas que nos regala a nuestra Iglesia de Tampico. El motivo de las siguientes líneas, inspiradas de nuestro Plan Nacional buscan ser una motivación para hacer que nuestra diócesis tenga una cultura, donde todos, sin excepción, seamos animadores vocacionales.


La vocación es como el proyecto, el sueño que Dios tiene de nosotros, de lo que espera que seamos. Es un sueño que se hace realidad con cada sí sincero, con cada opción hecha en libertad y compañía. En efecto, cada animación vocacional auténtica no brota del miedo, sino de la certeza del proyecto de Dios y de su amor. Está determinada por la esperanza cristiana, que está al origen de una inteligente y atenta animación vocacional.


El animador vocacional que cree en el proyecto de Dios, hace una propuesta que es inmediatamente iluminada por la certeza divina; en su palabra resplandece la fuerza de la Palabra de Dios, es un animador místico, que cree que toda persona es objeto del sueño y del proyecto de Dios. Por ende, su propuesta será fuerte, clara, e iluminadora.


¡No tengan miedo! (Mt 28, 5). Valentía significa superar la apatía y el desánimo, enfrentar la indiferencia, vencer la pasividad y empeñarse, pues lo que nos impulsa es el amor de Jesucristo. Con la Iglesia y en la Iglesia, y en el servicio de la animación vocacional, se quiere asumir cada vez más el desafío de promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida. El mejor servicio que la animación vocacional puede proporcionar como acción evangelizadora y actividad pastoral, es, que Jesucristo sea la raíz y la razón de cada bautizado.


En el trabajo a favor de las vocaciones, lo que nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos de la sociedad, ni las tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padre gracias a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo.


Aquí está el reto fundamental que la Pastoral Vocacional de nuestra diócesis afronta: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste.

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