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Francisco regresa a la Casa del Padre con la paz de Cristo en su rostro

Imagen del Papa Francisco en el Féretro/Vaticano News
Imagen del Papa Francisco en el Féretro/Vaticano News

El Papa Francisco ha partido a la Casa del Padre con la serenidad de quien ha vivido en fidelidad al Evangelio. La madrugada del lunes 21 de abril, a las 7:35 horas, su corazón se apagó en la residencia de Casa Santa Marta, en el Vaticano, luego de haber vivido sus últimas horas con paz, oración y una conmovedora expresión de entrega total a Dios.


La noticia ha conmocionado al mundo entero, pero entre lágrimas, la Iglesia universal eleva cantos de gratitud y esperanza, reconociendo en su vida un testimonio luminoso de fe, de cercanía con los pobres, de diálogo con todos y de fidelidad inquebrantable a Cristo.


Según informó el portal oficial Vatican News, el Santo Padre descansó plácidamente durante la tarde del domingo. Ya por la noche, cenó con tranquilidad. Horas antes, a pesar de su delicado estado de salud, se había asomado desde el balcón de la Logia central de la Basílica de San Pedro para impartir su última bendición Urbi et Orbi en el Domingo de Resurrección. Con el rostro visiblemente cansado y el cuerpo debilitado por una larga convalecencia, quiso estar cerca de su pueblo.


Con una firme voluntad de cumplir su misión hasta el final, recorrió en el papamóvil la Plaza de San Pedro durante más de quince minutos. Aquel gesto conmovió profundamente a los más de 35,000 peregrinos congregados, quienes intuían que estaban ante una despedida silenciosa, pero cargada de sentido.


A las 5:30 de la mañana del lunes, Francisco comenzó a sentirse mal. Ya en su habitación, según testigos citados por el mismo medio, hizo un gesto de despedida con la mano, se recostó en su cama y entró en coma. Poco después, su alma fue recibida por el Señor.


La causa oficial de la muerte, según el parte firmado por el director de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano, Andrea Arcangeli, fue un ictus cerebral que desencadenó un colapso cardiocirculatorio irreversible.


Pero más allá de los datos médicos, su partida nos habla de una vida entregada hasta el extremo. El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, fue el pastor que supo abrir caminos nuevos en medio de los desafíos contemporáneos. Su pontificado estuvo marcado por la ternura, la alegría del Evangelio, la lucha por la justicia y la construcción de una Iglesia en salida, pobre para los pobres.


Hoy, la Iglesia lo despide con fe, esperanza y caridad, como él mismo nos enseñó. Desde la tumba vacía de Cristo, proclamamos que la muerte no es el final, sino el paso a la plenitud prometida. Su rostro, en paz, es reflejo de quien confió plenamente en la misericordia divina.


Elevamos oraciones por su eterno descanso y damos gracias al Buen Pastor por haberlo puesto al frente del rebaño. El Papa Francisco deja una huella imborrable en la historia de la Iglesia y en el corazón de millones de creyentes.


En la quietud de la Casa Santa Marta, donde vivió con humildad y sencillez desde el inicio de su pontificado, Francisco entregó su vida al Dios de la vida. Confiamos en que ahora escucha aquellas palabras que tanto anhelamos: “Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.


Descanse en paz el Papa de la misericordia, el pastor con olor a oveja, el hermano universal. Su luz no se apaga: alumbra el camino de una Iglesia que continúa su marcha, sostenida por la fe que él cultivó con amor incansable.

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