LA HUMILDAD
- Pbro. José Luis Cervantes

- 3 sept
- 2 Min. de lectura

San Lucas (14,1 y sigs) nos presenta Jesús participando en un banquete. Asiste no como un simple comensal, sino que aprovecha cualquier circunstancia para dar su mensaje, como la Palabra encarnada, que ilumina los acontecimientos y nos hace ver las cosas como Dios las ve.
Observa la lucha de los comensales por el obtener el primer lugar y cómo en la vida diaria se da una lucha constante por ser el primero. Algunos ejemplos:
En las familias, a ver quién obtiene el mayor porcentaje en los juegos electrónicos.
En la escuela, los alumnos buscan sacar la más alta calificaciones y presumir un diploma.
En los torneos Olímpicos, se busca alcanzar la fama por ganar la medalla de oro.
Estas experiencias conducen a despreciar o incluso a humillar a los menos listos, a los torpes, a los débiles.
El Reino de Dios que Jesús proclama se rige por otros valores. Él tenía preferencia por los pobres, los que sufren, los marginados y les hacía experimentar el Amor de Dios para que se sintieran revalorados (ver Mateo 5,1 y sigs)
"Invita a quienes no pueden invitarte". La lógica del intercambio en las relaciones humanas es: doy para que me des. Siempre esperamos algo: que nos devuelvan el favor o nos den las gracias por lo menos.
En el Reino de Dios rige la gratuidad: dar sin esperar nada a cambio.
Es la manera de obrar de Dios que reparte sus dones a todas las personas, sin importar el nivel económico, la raza o la religión, sean santos o pecadores. (ver Mateo 5,45)
Es la esencia del Evangelio. La vida nueva que Cristo nos ha merecido es una gracia (igual a gratis). Cuando obramos de este modo estamos anticipando cómo será la vida cuando el Reino de Dios llegue a su plenitud.
Esta forma de vivir nuestras relaciones exige una conversión, un cambio profundo de mentalidad, que será posible cuando dejemos que el Amor de Dios transforme nuestra corazón.
En mi manera de pensar:
¿A quiénes considero más importantes, a los ricos, a los que tienen un alto cargo, a los que saben más?
¿Puedo seguir sirviendo y ayudando, aunque no reciba agradecimiento, ni elogios, ni recompensas?
¿Abrimos nuestro tiempo, nuestros recursos, nuestra atención sólo a quienes nos resultan cómodos o útiles?

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